Llegaba aquella tarde lluviosa de sábado a casa y cuando metía la llave en la cerradura de la puerta del portal, de repente la idea asaltó su cabeza, sin más, sin razón aparente: ni un amante más en su propia cama.
No... subió la escalera pensando en ello.
No acostumbraba a llevar a nadie a casa, tenía sus propias normas a ese respecto y lo hacía cuando ya era alguien con quien había entablado cierta confianza y les unía un poco más que el follar sin más, no que pretendiesen ser "novios" ni nada de eso sino que podría decirse que había cierta amistad, un lazo más aparte del sexo... pero no iba a ocurrir nunca más.
Se acababa de dar cuenta de que su política "hoteles, apartamentos por horas y domicilios de la parte contraria, tal vez algún pub liberal si apetecía" era mucho más adecuada e inteligente y sería estrictamente seguida a partir de ahora.
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Así no volvería a echar de menos a nadie entre sus propias sábanas.
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Srta.Marta, 2009
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