domingo, 14 de junio de 2009

Depresión Post-vacacional?

Acabo de regresar de la playa, bueno, hace una hora... morenita y con una alergia al sol preocupante, menos mal que me sacudió el subidón de la alergia el último día y por la tarde (hidrocortisona y loratadina al canto). Hay que fastidiarse, cuánto más mayor se hace una, más delicadita en vez de estar más curtida... en todos los sentidos... qué penica madre...
Ojalá pudiese decir que vuelvo con más fuerzas (mentales sobre todo), pero no es el caso. Incluso más bien al contrario creo.
Bueno, al menos me queda otra semana antes de ir a trabajar para estar por aquí haciendo cositas que habitualmente no puedo hacer porque en esos horarios estoy trabajando y también me dedicaré a ir vagueando un poco más, que no es malo, desde luego (lo malo es acostumbarse a ello y no ser muchimillonaria para poder dedicarme profesionalmente a eso). Acepto sugerencias para planes alternativos al vagueo.
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Y como toca deshacer la maleta, mientras, dejo este post que acabo de leer y que me ha gustado (y tocado de cerca, muy de cerca, tal vez demasiado... o será que quiero ver "cosas" dónde tal vez no las hay, no sé...) y que he visto en
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Ojalá pudiese deshacer(-me de) "esas otras maletas" que arrastro...
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Maletas, por Marisol Oviaño
Él se acercó a ella arrastrando su maleta.
Hacía tiempo que ella sentía que él la miraba. Pero no quería darse por aludida porque también tenía una maleta grande y pesada.
Cuando él se acercó a hablar, ella le contestó que gracias, que con cuidar de una maleta ya tenía suficiente.Pero él insisitió.
Ella le dijo que estaba cansada de cargar con las maletas de otros.
Él volvió a insistir.
Ella le dijo que su maleta y ella eran una isla.
Pero él no cejó hasta que consiguió que ella explotara en risa.
Supo entonces que había ganado la partida.
Desde entonces, a veces dejan sus maletas en una consigna y disfrutan el uno del otro.
A veces se sorprenden a solas pensando en la maleta del otro. En si sería posible que su contenido cupiera en su armario emocional. A él le gustan mucho sus maneras de viajera experta y su manera de moverse, como si ningún lastre la atara. Pero, ni siquiera en la cama, cuando ella se acurruca contra su pecho a fumar el cigarrito de después, puede olvidar que ella tiene una gran maleta y que él ya no tiene edad de cargar con tanto peso. Y, en cuanto ella se aleja, busca viajeras menos interesantes, pero más ligeras de equipaje.
Hace semanas, una mujer que sólo tiene un bolso de mano, ha dejado el cepillo de dientes en su baño.
Pero no sabe cómo decírselo a ella. Tiene que decirle que se acabaron los encuentros. Y lo va demorando, demorando, demorando… Mañana se lo digo, se promete cada vez que queda con ella. Pero no lo hace. Porque no quiere que terminen, no quiere que ella desaparezca.
Y hoy, por casualidad, se han encontrado.
Ella iba cargada con su maleta. Le ha extrañado que él llevara las manos en los bolsillos.
- Y ¿tu equipaje?
Él ha hecho un gesto con la cabeza, en dirección a la joven mujer que, unos pasos por detrás de él, cargaba con su maleta.
Ella ha comprendido, le ha dado dos besos y se ha alejado con una sonrisa triste.
Dios, ha pensado él al verla desaparecer para siempre, qué manera de moverse.

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