El desacuerdo dificulta el convivir, pero puede ayudar a discernir. La trayectoria de nuestra vida se mueve constantemente entre el sí y el no. Cuando quien decide somos nosotros, sí o no es la esencia y la cima de nuestra libertad; cuando nos lo impone otro, es la síntesis de su dominio sobre nuestra voluntad.
En las relaciones personales, un sí es una intención avalada por la esperanza. A primera vista parece positivo y prometedor: significa creer, querer o confiar. Un sí siempre es agradable darlo, porque une y evita el enfrentamiento.
Pero una vez disipado el destello luminoso, lo que queda es el compromiso, unas veces propio y otras, compartido. Y los compromisos son como los caracoles: para que caminen y no se escondan, tiene que haber humedad.
En el otro extremo está el no, que es serio y rasposo; es rechazar un camino porque entendemos que nos lleva a un nada de ninguna parte. Es desacuerdo y a veces ruptura. El no es mal recibido, porque separa y puede ser el germen de un enfrentamiento.
Y un día llega el gran momento: aquel en que un sí o un no lo deciden todo, porque nada hunde más vidas que cuando se confunde no por sí, o sí por no.
El afirmador compulsivo tiene un vuelo agradable pero siempre acaba estrellado. El negador honesto, sereno y solvente es un espejo con vaho: pasado el frío, en él descubrimos la realidad que no miente.
En las relaciones personales, un sí es una intención avalada por la esperanza. A primera vista parece positivo y prometedor: significa creer, querer o confiar. Un sí siempre es agradable darlo, porque une y evita el enfrentamiento.
Pero una vez disipado el destello luminoso, lo que queda es el compromiso, unas veces propio y otras, compartido. Y los compromisos son como los caracoles: para que caminen y no se escondan, tiene que haber humedad.
En el otro extremo está el no, que es serio y rasposo; es rechazar un camino porque entendemos que nos lleva a un nada de ninguna parte. Es desacuerdo y a veces ruptura. El no es mal recibido, porque separa y puede ser el germen de un enfrentamiento.
Y un día llega el gran momento: aquel en que un sí o un no lo deciden todo, porque nada hunde más vidas que cuando se confunde no por sí, o sí por no.
El afirmador compulsivo tiene un vuelo agradable pero siempre acaba estrellado. El negador honesto, sereno y solvente es un espejo con vaho: pasado el frío, en él descubrimos la realidad que no miente.
08 de Octubre de 2008 Ángela Becerra en THE END. ADN opinión
No hay comentarios:
Publicar un comentario