martes, 28 de abril de 2009

Amorcito


Hablo con cientos de hombres.
Muy pocos son felices.
Cuando ya tienen confianza conmigo entran en mi msn para discutir de política unas veces, para charlar y desahogarse la mayoría de las ocasiones. Por alguna razón encuentran refugio en mí, en mis palabras, en mi silencio atento. Parece que sólo estamos charlando, pero en cierto modo me siento responsable de ellos. Soy la confesora de mucha gente, ante la que me abro y me muestro como soy: el primer soldado que sale de la trinchera ofreciendo el pecho a las balas enemigas.
Mi valentía les fascina tanto como a mí su cobardía.

Entre los muchos que me escriben, sólo escojo a los más inteligentes. A veces quedo con algunos de ellos. Nunca buscaría el amor en la red, pero soy muy curiosa y la curiosidad tiene caminos insólitos, para aprender hay que conocer.

El único que ha despertado mi deseo intelectual y sexual en idéntica proporción es Amorcito. Cuando le vi por primera vez, lo encontré tan guapo que supe que tenía que haber truco. No quiere saber nada de mi guerra. Le gusta asomarse a mi locura y curiosear, aprender, como él dice, y después regresa a su burbuja, de donde sólo le sacará la futura madre de sus hijos, si es que un día aparece.
Mis palabras a veces logran que sienta el mismo vértigo que yo, pero en cuanto se aleja del calor de mi presencia, su entusiasmo se enfría y recula. Desearía haberle conocido en otra época menos difícil de mi vida y haberle podido tratar como se merece, sería un buen discípulo si yo lograra respetar su ritmo, pero vivir en matrix me impone un diapasón muy acelerado. Con frecuencia me impaciencia su indecisión, su cobardía, su indiferencia y le regaño. Como si yo no
supiera que esa es la mejor manera de alejarlo de mí. Ahora no puedo permitirme el lujo de enamorarme, de vivir para un solo hombre, tengo demasiado amor por repartir, pero de buena gana invertiría toda mi energía en hacerle feliz. Si tuviera tiempo, me enamoraría de él en exclusiva.
Soy como esos jugadores de ajedrez que compiten contra muchos otros a la vez, tengo la cabeza en cien sitios distintos; y desde que mantengo conversaciones simultáneas online, mi capacidad de respuesta se ha multiplicado. Hablar con tanta gente te da una perspectiva muy amplia de las cosas. Yo les escucho. A cambio, ellos quieren que les hable.

"Seduciendo a dios",
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