Hematofilia: Se basa en la hematofagia, pero cuando se da en el ser humano se convierte en una conducta patológica. El asunto se agrava cuando el objetivo es ingerir sangre, propia o ajena, mediante acciones rituales.
Hematofobia: Profunda aversión y temor a la sangre, tanto si se trata de la propia como de la ajena.
Hematodixia: Su existencia no ha sido comprobada médicamente. Se supone que es una dolencia padecida por los seres humanos que precisan consumir sangre para sobrevivir. No debe confundirse con la «anemia perniciosa» en la que el enfermo no puede absorber la vitamina B 12 por culpa de carencias sanguíneas producidas por la incorrecta maduración de sus glóbulos rojos.
Porfiria: No es vampirismo. Es una enfermedad que produce una grave alteración dermatológica que se traduce en una extrema palidez en la coloración de la piel, circunstancia que propicia el aspecto cadavérico de quien la padece. Esta dolencia también origina la aparición de ampollas y casos de corrosión dérmica por exposición a los rayos solares.
Los monstruos que se alimentan de la sangre humana han existido prácticamente desde el principio de la cultura escrita. Así en Grecia existía el mito de las Lamias, mujeres con cuerpo de serpiente alada que se alimentaban de los niños. Los mesopotámicos temían a los Utuhu y a los Maskin, extrañas criaturas nocturnas dotadas de alas membranosas que causaban el mal. En Asia Menor, dichos seres y otros parecidos, se alimentaban con la sangre de los recién nacidos. En Japón los Koomari, la Pennangglang en Malasia, Lilitú en Babilonia o Akasha en Egipto son solo un ejemplo de los distintos “vampiros” que hay en las culturas.
Quizá todas estas criaturas no eran sino pequeños demonios vampíricos vinculados con dioses sanguinarios asiáticos, como por ejemplo el popular Baal, quien exigía que se le rindiese culto con la sangre de los animales o los humanos, o la no menos conocida diosa Kali de la India, cuyo culto y rituales sangrientos siguen vigentes en la actualidad.Si cambiamos de latitudes la cosa no mejora mucho. En Egipto eran muy temidas las diosas con imagen de loba y dotadas de afilados colmillos que siempre estaban sedientas de sangre. Sus nombres, «Srun» y «Apop», no debían ser pronunciados si no era bajo control, puesto que podían personarse en el lugar donde se las había mencionado o, en su defecto, podían hacerlo aquellos que las vigilaban: extrañas criaturas vampíricas -algunas con forma humana- con poderosos colmillos y, naturalmente, ávidas de sangre.
Muchas culturas primitivas creían que comer la carne, concretamente el corazón, los ojos o incluso las manos, y beber la sangre de los jefes guerreros de otras tribus, era una forma de adquirir la sabiduría, fuerza y poder del muerto.
fuente: internet, por ahí, de todo un poco
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