miércoles, 17 de marzo de 2010

Cosas del Fitur...

El vino se me ha subido a la cabeza... me río cuando caigo sobre su cama después de quitarme el abrigo y dejarlo tirado por ahí y me mira, me sonríe, divertido.

Me gusta su sonrisa y lo sabe, la utiliza junto con su mirada rasgada, para seducirme, para tenerme en sus manos.
Recostado a mi lado me observa. Me quedo callada e intento ponerme seria y le miro a los ojos, observo su mirada mitad oriental-mitad occidental, producto de la mezcla de razas en su familia, lo normal allá en su país.
Acaricia mi rostro, casi sin tocarlo en realidad y se levanta, me ayuda a incoporarme y me lleva hacia el baño. Cuando voy a preguntar, antes de que diga nada, un dedo en mis labios hace que guarde silencio. Espero de pie junto al lavabo mientras él pone el tapón en la bañera y abre los grifos, regula la temperatura y deja el agua correr. Se sienta en el borde de la bañera y me atrae junto a él.

Desabrocha los botones de mi blusa, dejando la piel al desnudo, la lencería al descubierto. Estoy nerviosa, él lo nota y me pide que me deje llevar. Me desnuda por completo y me tiende la mano para ayudarme a entrar en la bañera.
Arremanga su camisa y se enjabona las manos antes de empezar a deslizar sus dedos por mi piel: los hombros, un brazo, la mano, luego el otro, los pechos... hace que me gire... la espalda, el culo, los muslos...
Vuelve a poner jabón en sus manos y vuelve a girarme y se agacha; desliza sus manos por mi estómago, vientre, caderas, muslos, piernas a la vez que observa lo que hace, cada centímetro de piel que recorre, en silencio... vuelve a subir, se incorpora y me mira a los ojos.

Su presencia me resulta imponente (y más ahora sin tacones, su metro ochenta frente a mi metro sesenta "pelao"), me gustan sus ojos semirasgados (se te hace raro tan alto y con ese aire oriental), su sonrisa, su pelo largo y muy negro. Ese cierto aire de malo de las pelis orientales que fue lo primero que me hizo fijarme en él... y cómo se llamaba ese actor... sí, Tagawa...
.
Estoy tremendamente excitada, deseo que me toque sin parar, deseo su piel en mi piel, sus labios, su carne... desliza su mano por mi pubis hacia mi sexo. No deja de mirarme a los ojos y yo intento mantener la mirada cuando sus dedos encuentran el centro de mi placer, ese rincón que me hace estallar... Mis labios entreabiertos dejan escapar un gemido.

Me estremezco.

Srta. Marta, feb. 2005

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