desprovista de palabras, ideas y reclamos,
recoge mi hombro el rostro,
leve sonrisa y ojos entornados.
Flota en el aire la quietud dormida,
con auras místicas de epitalamio,
y la mente vacía se columpia
en la sombra de un mundo imaginario.
Nada se mueve en torno,
como el agua tranquila del remanso;
detenida la arena en la clepsidra,dormido el viento, inmóviles los pájaros…
Qué abrazo interminablemente dulce;
no te muevas, mujer, de mi regazo.
- Francisco Álvarez-
1 comentario:
Precioso y protector poema.
Besos.
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