miércoles, 6 de enero de 2010

Pigmalión


“…ningún hombre sensato se unió a una diosa, ni se enamoró de una piedra. En cambio, a vosotros os engaña el arte con otro encantamiento, conduciéndoos, aunque no sea a enamoraros, sí a honrar y a adorar las estatuas...”

Filostéfanos

Cuenta una leyenda de la mitología griega que el rey Pigmalión esculpió una estatua con la figura ideal de la mujer. A Pigmalión le gustó tanto su obra que quiso que se convirtiera en un ser real. El deseo fue muy fuerte e hizo todo lo que pudo para conseguirlo. Pidió ayuda a Venus Afrodita, la diosa del amor, la cual colaboró en que su sueño se hiciera realidad. Así nació Galatea, su mujer ideal.




Duélese Pigmalión, la vista fija
sin cesar en su amada efigie hermosa,
de que espíritu humano no la rija,
y a Venus que la anime pedir osa.

De una pasión tan nueva y tan prolija
dolida al fin, le concedió la Diosa
que muerta estatua, de sus manos hija,
a sus brazos descienda, viva esposa.

Así la imagen que mi mente crea,
única a quien adora el alma altiva
y que no hay perfección que no posea,

Divinidad permita compasiva
que, el ser dejando de impalpable idea,
en humana mujer se encarne y viva.


(Clemente Althaus, 1859)


Pigmalionismo, agalmatofilia, galateísmo o monumentofilia: atracción sexual por estatuas o maniquíes desnudos.
Según Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, el fetichismo es un tipo de parafilia donde el objeto del deseo es sólo eso, un objeto inanimado y, hablando en propiedad, sin sexo. Como se sabe, los fetiches pueden ser tan variados como los gustos de cada cual, aunque son frecuentes la ropa íntima, los zapatos, el cuero y también, las muñecas, los maniquíes y últimamente, los robots. Los nombres para estas filias por las representaciones femeninas también son diversos –pigmalionismo, galateísmo, robofilia, androidismo o, como ya se ha dicho, agalmatofilia– y se suelen utilizar indistintamente para cualquiera de los objetos. Referirse casi exclusivamente a los hombres y no tanto a las mujeres no es casual. Se considera que más de un 90% de estas parafilias corresponden a hombres heterosexuales.

Mucho antes y después de Ovidio y Freud los hombres han decidido aliviar su soledad o ‘complementar’ sus relaciones con objetos que representan a féminas. El pigmalionismo, además, no conoce fronteras. Las antologías pornográficas de Japón recogen ya en el siglo XVIII unos artilugios llamados azumagata –mujer sustituta, en japonés–, hechos con un caparazón de tortuga recubierto en el interior por fina seda. Del mismo modo, Japón, –donde existe una poderosa industria del sexo– ha dado en llamar a las tradicionales muñecas hinchables “novias holandesas”, en referencia a las muñecas hechas de cuero que los marineros holandeses llevaban en sus viajes a las costas asiáticas a partir del siglo XVIII.
(fuente:http://www.revistaman.es/reportajes/Me-quieres-muneca-05-2008-61918.html)

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