lunes, 7 de diciembre de 2009

Lecturas (no tan) cortas

La tristeza es una sala de espera en la que todos entramos alguna vez en la vida, algunas personas incluso permanecen toda la vida en ella. Es una sala grande, con luz aunque no demasiada, la justa para vernos las caras unos a otros y para ver pasar escenas de esa película que es nuestra vida, la que nos han llevado a esa sala, en una pantalla inmensa de esas que se enrollan.


Suceden cosas, el juguete que se rompe o que nuestros padres no nos compran, el niño en el patio que nos quita un caramelo, el que nos insulta recordándonos “nuestros defectos”, el amor que se rompe, el amor no correspondido, el trabajo que no nos dan o el que no nos va como debería, el sueldo que no cobramos, la vida que no llevamos, etc, etc, etc. Y a veces el problema es que no sucede nada. Nada de nada.

El caso es que entramos en esa inmensa sala, y a la vez, con nosotros, arrastramos a amigos, familia, compañeros… a la gente que está a nuestro alrededor y a nuestro lado. Nos intentan animar, nos apoyan, intentan que veamos las cosas de otra manera para poder salir de esa sala todos lo antes posible. También hay gente que ni entra, que en cuanto ve a dónde te diriges se esfuma como si jamás hubiesen existido y otros que, tras un corto periodo en la sala, deciden que ellos no tienen porqué estar ahí, que ya saldrás por tus medios, que ya eres mayorcito.

Y todos “los tristes” nos sentamos en la sala y allí empezamos a rumiar lo sucedido. Unas personas pasan un tiempo en esa sala, analizan su situación, comprenden que no pueden seguir así, deciden cambiar cosas si es que hay que cambiarlas y salen por donde entraron, dejando atrás esa sala de la tristeza, al menos, durante un tiempo porque siempre acaban volviendo.

A veces sucede que hay gente que se siente tan cómoda en esos asientos que decide que jamás saldrá de allí y se pasa la vida en esa sala, apesadumbrados, tristes, pero cómodos.

En esa sala, hay una segunda puerta. A veces te levantas, abres la puerta y ves que hay un inmenso pasillo y no ves el final. Y quieres estar solo y te metes en ese pasillo y cierras la puerta.

Y empiezas a andar hacia delante, y las paredes del pasillo empiezan a acercarse, el pasillo se hace más estrecho según avanzas, y la luz se va apagando. Y no te has dado cuenta, pero hay amigos y familia contigo, que te tienden la mano para que no sigas avanzando por el pasillo y entonces… entonces ¿tú qué haces? Les devuelves un manotazo y apartas su mano. Algunos vuelven a tenderla y tú la rechazas de nuevo, así hasta que se aburren y deciden volver al principio y salir de ese pasillo y de la sala.

Y continúas por el pasillo, cada vez mas oscuro, cada vez más estrecho y empiezas a asfixiarte. Y la sensación de soledad es inmensa y la tristeza pasa a ser algo tan inmenso que no sabes cómo definirla ni explicarla. Pero continúas autocompadeciendote, incluso te quejas de que te han dejado de lado olvidando que a quien le importabas de verdad, has sido tú mismo el que le ha dado un puñetazo para que te dejase en paz contigo mismo. Y andas hacia el fondo, oscuro, estrecho… te ahogas. Y no sabes cómo parar. No puedes parar de caminar. Algo te impide mirar atrás e intentar desandar lo andado, volver a la sala del principio y allí recuperarte y salir al exterior otra vez.

Y el suelo entonces se vuelve barro y empiezas a hundirte, ya no puedes caminar, ni hacia delante ni hacia atrás. Porque ¿quién dice que si sigues hacia delante no terminarás encontrando algún tipo de salida y la luz?

¿Y, cómo puedes salir de ahí entonces? Ah querido lector, esas es la cuestión, no hay una fórmula secreta e infalible que sirva para todo el mundo.

Sé que es difícil controlarlo pero… no dejes que la tristeza te invada hasta el punto de anular tu sentido común y tu percepción de las cosas, tu capacidad de analizar y salir de las situaciones desagradables y continuar adelante, aprendiendo, recordando, tal vez siendo distinto, no tomándote la vida tan en serio tal vez… no lo sé, pero no cruces la segunda puerta, la del pasillo eterno, oscuro y estrecho y si lo haces, no des manotazos a la gente que te intenta ayudar porque además, cuando logres salir del pasillo, que lo lograrás, te puedes encontrar con que ya no están, y estarás entonces más solo de lo que te sentías sin estarlo en realidad cuando entraste en la primera sala.

Hazme caso, te lo dice alguien que ha salido del pasillo en varias ocasiones. (Vamos, me lo digo a mí misma).

3 comentarios:

vidimus dijo...

Me ha gustado la forma en la que lo has ilustrado. Da que pensar.

Srta.Marta dijo...

Y piensa... en qué sala estás tú? Yo sé dónde estoy ahora. Tú lo sabes? Y hacia donde vas a dirigirte cuando decidas moverte, si lo decides?

vidimus dijo...

Esas cosas sólo te las cuento a ti :-P